Cuando me hacen daño, tiemblo, me doblo, acuso
el golpe y hasta lloro, a veces de impotencia,
a veces de rabia conmigo misma, a veces de desilusión, a veces de
decepción, a veces de tristeza, a veces de frustración, a veces de cansancio,
otras de emoción, a veces me duele tanto…. que no puedo ni llorar.
Mis ojos se apagan, pierden la vida, mi sonrisa
hace absentismo y mi capacidad de control se pone en huelga. Paso lista y no hay nadie salvo yo misma en lo más
hondo de un abismo del que parece que no hay retorno… siento dolor, un dolor
intenso, duro e insoportable que pido a gritos que me alivien, es tan profundo
y duro soportarlo que me siento morir, es
el dolor del alma, quizá el más duro de todos los que existen y para el que
no existe medicina ni remedio que lo logre calmar…
Sí, se cómo
te sientes, se cómo te sientes cuando presumen tolerancia y te devuelven intolerancia, cuando presumen
transparencia y te devuelven confusión, cuando presumen de dar oportunidades a
la vida, a las personas, a las relaciones y cierran la puerta en tus narices,
cuando presumen de corrección y respeto y ni siquiera practican las más mínimas
normas de cortesía y educación, cuando confunden bueno con tonto, cuando
confías y te traicionan, cuando brillas e intentan apagar tu luz, cuando
necesitas amor, comprensión, cariño… y…. no hay nadie….
Y te preguntas ¿por qué?
Y cómo no puedes dejar de creer en las personas,
porque te niegas a hacerlo, porque no
crees en un mundo de corazones de hielo… porque cuando les tienes enfrente
puedes sentir su corazón, un corazón que ansía amor, comprensión, cariño,
tolerancia, empatía, que lleva una coraza para sentirse fuerte y a salvo, pero que está débil y triste porque no es
feliz sólo subsiste porque no está a pleno rendimiento, en su máximo potencial,
ese estado que es dónde realmente quiere estar y dónde no necesita corazas
protectoras para sentirse fuerte porque lo es... sólo encuentras una explicación... ¡miedo! ¡terror!
Esos corazones están llenos de cicatrices,
heridas que en su momento los hicieron sangrar y los destrozaron, experiencias
que han dejado una huella dolorosa y que no desean volver a repetir,
incomprensión, traiciones, errores, desamor, desilusión, tristeza, dolor en
una palabra…
Pero tú no puedes permitirte ser así y seguir su
ejemplo atrincherándote en el terror y abriendo fuego hacia cualquiera que
intente acercarse a ti.
¿Sabes?, yo también tengo miedo, mucho miedo, a
veces hasta pánico, pero no puedes dejar
que tus miedos sean más grandes que tus sueños, no puedes dejar que tu mochila te doble, no permitas que esa carga sea
tan fuerte que te aplaste.
Todos la tenemos, es inevitable, está ahí y
viaja contigo a tu espalda.
Es posible que tu mochila acumule experiencias
que acabaron en cicatrices. Sí amigo mío, sé lo que piensas porque la mía no
es diferente, pero no puedes poner un cierre hermético porque entonces no tendrás
oportunidad de enriquecerla, de llenarla de nuevas experiencias que traigan felicidad a tu vida y liberen tu
corazón.
Experiencias, personas,
momentos, sensaciones, emociones que te hagan volver a vivir, ¡a VIVIR de verdad!
Empéñate en aliviar esa carga incorporando
vivencias que aligeren su peso, que sumen, que aporten, que te traigan nuevas
ilusiones, nuevos sueños y miles de razones para continuar y sonreír.
Sonríe, se valiente, se fuerte pero también
frágil y flexible, tolera, perdona, olvida y sigue tu camino, no intentes hacer
daño y aun menos por despecho, no
intentes odiar, créeme, no vale la pena, el daño sólo te lo harás a ti
mismo y te impedirá ser feliz.
Llora cuando tengas que llorar y dóblate de
dolor si es preciso, acusa el golpe, pero ¡aguanta!. Desahógate sin miedo, es
lícito, bueno, necesario y te hará más fuerte. Tómate tu tiempo…
Pon límites, mantente firme, lidera tu vida y
sobre todo y por encima de todo, sé coherente. Porque la incoherencia es el mayor motivo de
descrédito hacia uno mismo.
Y hazte una sesión de “ysis”:
¿Y si
resulta que los malos momentos me
fortalecen?
¿Y si llorando
me estoy queriendo?
¿Y si enfrentando
mis miedos ellos salen huyendo?
¿Y si no
abandono mis sueños y los alcanzo porque
me están esperando?
¿Y si siendo fiel a mis principios me siento grande?
¿Y si ayudando
a los demás conjugo el verbo reconfortar
en primera, segunda y tercera persona del singular y del plural?
¿Y si sonriendo
ilumino el mundo?
¿Y si siendo valiente alcanzo metas insospechadas?
¿Y si dando
recibo tanto?
¿Y si escuchando
consigo que alguien se sienta importante?
¿Y si comprendiendo
provoco comprensión?
¿Y si perdonando
provoco amor?
¿Y si amando
recibo amor?
¿Y si no
me rindo y triunfo?
¿Y si creo
en las personas, aunque a veces me defrauden, porque eso me hace sentir
bien?
¿Y si siendo
honesto mi ejemplo se viraliza?
¿Y si con mi
emoción emociono?
¿Y
si todos estos “ysis” merecen la pena porque mi integridad y amor hacia mí
mismo no han sido traicionados?
Reflexiona sobre cada uno de ellos amigo mío, reflexiona, porque si lo
haces te darás cuenta de que…
Cuando las
cosas se hacen bien, sólo pueden salir bien.
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