Mostrando entradas con la etiqueta #lealtad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta #lealtad. Mostrar todas las entradas

lunes, 6 de julio de 2015

Cuando me hacen daño…



personas, momentos, sensaciones, emociones


Cuando me hacen daño, tiemblo, me doblo, acuso el golpe y hasta lloro, a veces de impotencia,  a veces de rabia conmigo misma, a veces de desilusión, a veces de decepción, a veces de tristeza, a veces de frustración, a veces de cansancio, otras de emoción, a veces me duele tanto…. que no puedo ni llorar.

Mis ojos se apagan, pierden la vida, mi sonrisa hace absentismo y mi capacidad de control se pone en huelga. Paso lista y no hay nadie salvo yo misma en lo más hondo de un abismo del que parece que no hay retorno… siento dolor, un dolor intenso, duro e insoportable que pido a gritos que me alivien, es tan profundo y duro soportarlo que me siento morir, es el dolor del alma, quizá el más duro de todos los que existen y para el que no existe medicina ni remedio que lo logre calmar…

Sí, se cómo te sientes, se cómo te sientes cuando presumen tolerancia y  te devuelven intolerancia, cuando presumen transparencia y te devuelven confusión, cuando presumen de dar oportunidades a la vida, a las personas, a las relaciones y cierran la puerta en tus narices, cuando presumen de corrección y respeto y ni siquiera practican las más mínimas normas de cortesía y educación, cuando confunden bueno con tonto, cuando confías y te traicionan, cuando brillas e intentan apagar tu luz, cuando necesitas amor, comprensión, cariño… y…. no hay nadie….

Y te preguntas ¿por qué?

Y cómo no puedes dejar de creer en las personas, porque te niegas a hacerlo, porque no crees en un mundo de corazones de hielo… porque cuando les tienes enfrente puedes sentir su corazón, un corazón que ansía amor, comprensión, cariño, tolerancia, empatía, que lleva una coraza para sentirse fuerte y a salvo,  pero que está débil y triste porque no es feliz sólo subsiste porque no está a pleno rendimiento, en su máximo potencial, ese estado que es dónde realmente quiere estar y dónde no necesita corazas protectoras para sentirse fuerte porque lo es... sólo encuentras una explicación... ¡miedo! ¡terror!

Esos corazones están llenos de cicatrices, heridas que en su momento los hicieron sangrar y los destrozaron, experiencias que han dejado una huella dolorosa y que no desean volver a repetir, incomprensión, traiciones, errores, desamor, desilusión, tristeza, dolor en una palabra…

Pero tú no puedes permitirte ser así y seguir su ejemplo atrincherándote en el terror y abriendo fuego hacia cualquiera que intente acercarse a ti.

¿Sabes?, yo también tengo miedo, mucho miedo, a veces hasta pánico, pero no puedes dejar que tus miedos sean más grandes que tus sueños, no puedes dejar que tu mochila te doble, no permitas que esa carga sea tan fuerte que te aplaste.

Todos la tenemos, es inevitable, está ahí y viaja contigo a tu espalda.

Es posible que tu mochila acumule experiencias que acabaron en cicatrices. Sí amigo mío, sé lo que piensas porque la mía no es diferente, pero no puedes poner un cierre hermético porque entonces no tendrás oportunidad de enriquecerla, de llenarla de nuevas experiencias que traigan felicidad a tu vida y liberen tu corazón. 

Experiencias, personas, momentos, sensaciones, emociones que te hagan volver a vivir, ¡a VIVIR de verdad!

Empéñate en aliviar esa carga incorporando vivencias que aligeren su peso, que sumen, que aporten, que te traigan nuevas ilusiones, nuevos sueños y miles de razones para continuar y sonreír.

Sonríe, se valiente, se fuerte pero también frágil y flexible, tolera, perdona, olvida y sigue tu camino, no intentes hacer daño y aun menos por despecho, no intentes odiar, créeme, no vale la pena, el daño sólo te lo harás a ti mismo y te impedirá ser feliz.

Llora cuando tengas que llorar y dóblate de dolor si es preciso, acusa el golpe, pero ¡aguanta!. Desahógate sin miedo, es lícito, bueno, necesario y te hará más fuerte. Tómate tu tiempo…

Pon límites, mantente firme, lidera tu vida y sobre todo y por encima de todo, sé coherente. Porque la incoherencia es el mayor motivo de descrédito hacia uno mismo.

Y hazte una sesión de ysis”:

¿Y si  resulta que los malos momentos me fortalecen?

¿Y si llorando me estoy queriendo?

¿Y si enfrentando mis miedos ellos salen huyendo?

¿Y si no abandono mis sueños  y los alcanzo porque me están esperando?

¿Y si siendo fiel a mis principios me siento grande?

¿Y si ayudando a los demás conjugo el verbo reconfortar en primera, segunda y tercera persona del singular y del plural?

¿Y si sonriendo ilumino el mundo?

¿Y si siendo valiente alcanzo metas insospechadas?

¿Y si dando recibo tanto?

¿Y si escuchando consigo que alguien se sienta importante?

¿Y si comprendiendo provoco comprensión?

¿Y si perdonando provoco amor?

¿Y si amando recibo amor?

¿Y si no me rindo y triunfo?

¿Y si creo en las personas, aunque a veces me defrauden, porque eso me hace sentir bien?

¿Y si siendo honesto mi ejemplo se viraliza?

¿Y si con mi emoción emociono?

¿Y si todos estos “ysis” merecen la pena porque mi integridad y amor hacia mí mismo no han sido traicionados?


Reflexiona sobre cada uno de ellos amigo mío, reflexiona, porque si lo haces te darás cuenta de que… 

Cuando las cosas se hacen bien, sólo pueden salir bien.



Esther de Paz

lunes, 27 de abril de 2015

¿Hablamos de Valores?




valores éticos


Yo me valoro, tú te valoras, él se valora….  

Yo tengo valores, tú tienes valores, él tiene valores, ellos tienen valores….

¡Falso!

Es cierto que estoy utilizando dos conceptos diferentes en mis afirmaciones, en el primer caso se trata del verbo “valorar” y en el segundo del sustantivo “valores”, pero de ambas cosas quiero que hablemos en nuestra charla de hoy.

Comencemos por el verbo.

Valorar es apreciar algo, estimarlo, darle aprecio. Y cuando hablo de valorarse me refiero a todo aquello relacionado con uno mismo.

¿Nos valoramos a nosotros mismos?

¡No! no lo hacemos, no tenemos en cuenta todo nuestro potencial, lo que demostramos cada día, lo que somos, nuestros logros, las dificultades superadas, las veces que hemos remontado, todo lo que hemos construido con nuestro esfuerzo  y tesón.

Sólo lo hacemos si obtenemos la aprobación externa, parece que sin eso no somos nada. ¡¡¡Error!!!

Valorarse es mirarse al espejo y sentirse orgulloso de uno mismo, ver una imagen de alguien GRANDE, que ha llegado hasta ahí a pesar de las dificultades, que ha remontado una y mil veces las zancadillas de la vida, que ha superado obstáculos, que corre cada día hacia la meta sin mirar atrás, que no le pesan las mochilas porque las lleva cargadas de sabiduría, que se permite debilidades sin flagelarse, que se hunde por momentos… pero que resurge de las cenizas como el ave Fénix, que puede ver sus resultados porque están ahí, ¡porque los lleva puestos!

Y ¿por qué no lo hacemos? ¿Por qué no nos valoramos? ¿Por qué necesitamos que sean los “otros” los que lo hagan?

Es el momento de romper el bucle, es el momento de parar, de pensar, de hacer recuento…. de poner encima de la mesa lo que suma y lo que resta y ver el resultado.

Dime… 
¿Qué ves?
¿Cómo te sientes? 
¿Estás sonriendo? 

¡Enhorabuena!

Porque ahora SÍ, ahora tú y sólo tú eres ¡quién te está dando valor!


Ahora abordemos el sustantivo, hablemos de Valores

Esto es otro cantar, ¿valores? ¿Qué es eso?

Valores son principios que nos permiten realizarnos como personas estructurando y orientando nuestro comportamiento de forma respetuosa y sin afectar de manera negativa a quienes nos rodean.

Son creencias fundamentales que nos ayudan a elegir, apreciar y preferir unas cosas o un comportamiento en lugar de otro. Son fuente de satisfacción y plenitud y desarrollan virtudes que benefician a nuestro entorno y a la sociedad en general.

Justicia, libertad, responsabilidad, honestidad, respeto, lealtad, solidaridad, generosidad, agradecimiento, amistad, amor, tolerancia, empatía, sinceridad.

Y todo eso es precisamente lo que esta sociedad está perdiendo, lo que, sin saber por qué, se va quedando como algo en desuso.

Cada vez más oímos hablar del presente, del momento, del ahora….

¡Bien! Comparto esa filosofía,  es buena porque nos invita a prestar toda la atención en el momento en el que estamos, nos invita a disfrutarlo, a saborearlo, a vivirlo con intensidad, a no perdernos lo mejor de cada día dispersando nuestra atención en un pasado que se fue o en un mañana incierto…

Eso es maravilloso, vivir con plenitud cada instante y enfocar toda nuestra atención en ello, de tal forma que cada día tenemos la oportunidad de ser felices, de sonreír, de tener ilusiones, de vivirlas, de soñarlas y de conseguirlas….

Pero no hay que confundir el “ahora” con el “YO” y “mi ombligo”.

Vivir el presente es fantástico, mirarse el ombligo ¡nefasto!

Centrarnos únicamente en el YO a cualquier precio tiene un coste muy alto con resultados lamentables.

Si alguna vez tienes dudas entre el YO y el vivir el AHORA, antes de continuar hazte esta pregunta: “¿Cómo me sentiría yo si me lo hicieran a mi?”…. la respuesta despejará todas tus dudas.

Después… ¡la elección es tuya!  Pero con una diferencia, sabrás que clase de valores son los que practicas.

Recuerda:

Valórate como te mereces sin esperar a que lo hagan por ti pero nunca, NUNCA, le des la espalda a tus Valores.

En definitiva y de una manera muy simple no te he contado otra cosa que ¡¡la receta del éxito!! 

Si este post ha servido para hacerte pensar, he conseguido el objetivo.


Esther de Paz